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Las novelas de Victoria Daboise en la Biblioteca más hermosa del mundo

Foto del escritor: victoriadaboisevictoriadaboise

Sin desmerecer ninguna de las que he visitado por todo el mundo -en "La casa de las glicinias" aludo a la de Fort-de-France- ni a aquella maravilla sobre ruedas que marcó mi niñez -os he hablado mucho de "el bibliobús" que visitaba mi pueblo-, lo admito: Esta de la fotografía es la biblioteca que con mayor cariño late en mi corazón.


Pienso en la Biblioteca de Celso -en Éfeso-, en la de mi Facultad, en la de Museros -donde tanto he escrito y celebran con un excelente programa "El Día de las Bibliotecas"-, en la de Venecia, en la Biblioteca del Antiguo Hospital de Valencia -bendita sea Doña Mercedes Gómez-Ferrer y benditas sus clases de Renacimiento y Barroco Valenciano- en la de Ibla -Sicilia está presente en "Desde el faro de la genista"- o en la de El Cairo.


Y continúo con el Grand Splendid de Buenos Aires, la Piccolomini de Siena, la del Museo de Pont-Aven, la culinaria Biblioteca de Bruselas, la de Villanúa -precioso pueblo lector, provincia de Huesca- o la del Hotel Grand Bretagne de Atenas.


Adoro cada una de ellas y tantas otras que no tengo espacio para nombrar, sin embargo, esta pequeña Biblioteca de la Playa de L'Albir representa todo lo que en el mundo amo.


Presentaba allí mis libros el día que, con el privilegio de ser acompañada por Luis Morant, y gran parte del Excelentísimo Consistorio al que pertenece, nos tomaron esa fotografía junto a nuestro mar de infinitos azules a modo de telón de fondo.


Cuando imaginaba mi vejez la ubicaba allí, aconsejando a los lectores y lectoras acerca de qué título les pedía el cuerpo.


Páginas y agua salada de quien deja sus raíces y llega a la orilla de esta Torre de Babel, donde no importa de dónde vienes, el lugar te acoge con un abrazo que se convierte en tu nueva patria.


Empadronadas a merced de las olas, en su interior son felices esas dos novelas en las que, sin mencionarlas, estas coordenadas desvelan secretos que he decido contar a razón de dos portadas donde florecen las glicinas y la genista, de momento.


Bien sabido es que ocultar un misterio a la vista de cualquiera es la mejor forma de esconderlo. Y, por ello, me satisface cómo la dulzura de sus cubiertas esconde las intrigas de mis historias.


Ocurre igual con esta Biblioteca, me hace feliz pensar que alberga mis publicaciones. Y todo lo que ellas encierran.

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