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Foto del escritorvictoriadaboise

Esta es mi primera novela

Llevaba diecisiete noches sin dormir. Era el cinco de junio de 2020. Atrapada en una dinámica insostenible, unas semanas después, sufrí un amago de infarto.


Desde entonces, hasta abril del año siguiente, dejé de estar conectada a la realidad. Aunque ya era primavera, me puse mi abrigo verde, me solté una larguísima melena y, el día veintitrés, acudí a una firma de libros. La última vez que había estado con el autor de aquella novela, él iba cargado con su manuscrito y yo abracé, emocionada, aquellas hojas. Ahora, convertida en un bellísimo libro, me temblaba en las manos, como si desease salir volando.


Ella. O yo. O las dos.


Ni abrazos, ni besos, ni tan siquiera unas manos que se acercan. Mascarillas, distancia y debidas precauciones. Aquella dedicatoria me dio fuerza para soportar un año de constantes ingresos y recaídas. La última fue el cinco de junio de 2022.


Asistí, como excepción, a un encuentro literario durante el que me di cuenta de que no tenía sentido seguir con aquella lucha por permanecer aquí, donde mi existencia carecía de cabida. Al salir por la puerta del hotel donde se celebraba el evento, perdí el conocimiento.


Semana y media después, alguien me dio un motivo para no marcharme. Me permitió enrolarme a su travesía y, a su lado, sigo navegando.


No lo hubiese conseguido sin ti. Ni sin ti. Ni sin ti. Las tres personas a las que me dirijo tienen nombre y apellidos, pero son TAN generosas que no les importa permanecer en el anonimato. Porque me quieren. Porque siempre han creído en mí más de lo que yo misma creía.


Después de escribir una novela, suelo dejarla en el ordenador un tiempo, en barbecho. Luego la reviso, realizo los cambios oportunos, la imprimo y encuaderno -con el mismo tipo de gusanillo desde hace treinta años- y la guardo en mi escritorio de estudiante.


Sí, es literal: Tengo los cajones llenos de novelas que nacieron para ser leídas, pero, en el devenir de mi vida -y de la suya- alguien se encargó de convencerme de que no merecía un billete en ese tren. Pues, el caso es que voy subida a él y, por la ventana, veo cómo el paisaje dibuja el nacimiento de mi primera publicación.


Manuscrito, galeradas, maquetas, corrección. Todo el proceso en marcha, incluso una sesión de fotos para salir sonriente junto a una portada que me fascina.


A ti, a ti y a ti. Gracias por subirme a este tren.

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