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Victoria Daboise, verano, tres novelas y el cáncer.

  • Foto del escritor: victoriadaboise
    victoriadaboise
  • 31 jul
  • 5 Min. de lectura

Son tres temas que me han traído -por fin- de regreso a este cuaderno de bitácora que, lo lamento de veras, he tenido un poco abandonado.


Lo cierto es que estas líneas las provoca mi necesidad de contaros varias cosas. Iré de lo general a lo concreto.


Desde que vio la luz "La casa de las glicinias", a finales de la primavera de 2023, no me había tomado unos días libres, sin embargo, este verano he decidido que así sea.


En realidad, son vacaciones "a medias" porque continúo con mi disciplina diaria de lectura, escritura -y también de corrección-, no obstante, son tareas tan gratificantes que convierten las jornadas en auténticos regalos.


Para no trastocar demasiado la agenda, he tomado unos días este mes, justo hasta el domingo, en que volví al itinerario de mi particular travesía, en la Feria del Libro de El Toro, donde dediqué ejemplares de mis novelas y participé en una mesa literaria. Mi compañera de micrófono me dijo, durante la charla, una frase que a ella le salió del alma y a mí me llegó como un abrazo: "¡Qué sincera eres!" Gracias, Susana. La verdad es de lo poco que me queda.


Durante estos ratos sin eventos, me he dedicado a revisar el libro que, si todo sigue su curso, saldrá el próximo año. A partir de ahora, ya comienza a moverse ese manuscrito: Lectoras y lectores cero, correctoras, editoras...


A principio y a final de agosto también programé sendas paradas para llevar a cabo el mismo proceso con las otras dos novelas que he escrito este año. Dado que no se publicarán -de momento- su corrección no reviste premura.


Y, por descontado, en esos periodos libres de citas (firmas, presentaciones, ferias...), empleo tanto tiempo como puedo -y ellos me dejan- en besar y abrazar a mi hija y mi marido.


Si este fuese el último verano de mi vida, puedo jurar que me marcharía más querida que nunca.


Dos personajes que custodian mis horas, mis risas y mis lamentos. Son una bruma amorosa que siempre me ronda. Por ellos vivo.


Han sido estos un otoño, un invierno y una primavera reflexivos.


Llegado este punto de mi trayectoria vital, a pocos días de volver a cumplir los treinta y siete, voy con todo. Sin medias verdades, sin hipocresía y sin mirar por el catalejo de las -siempre traidoras- expectativas.


Cuando decidí cambiar de rumbo mi vida no era tan ingenua como para pensar que al mundo de la Literatura se accedía por un camino de rosas, tenía constancia de las espinas, sin embargo, creí que serían de otro tipo.


Ya ahondaré en este asunto con mayor detalle. Os daré, no obstante, el hilo del que tirar. Sí caí en la ingenuidad de creer que en entre los escritores y escritoras existía un sentimiento de camaradería -tal vez me perdí en la "Bohemia" de Aznavour- que no he encontrado en muchos compañeros y compañeras. En otros, sí.


Como es habitual, al estar tan reciente, me pesan más los desaires que las manos tendidas. Con el transcurso del tiempo, veré lo ocurrido en perspectiva y será al contrario. Aunque -dice mi madre que soy "la reina del rencor"- y olvidar afrentas como las sufridas no será posible.


Cuanto más sincera soy en lo concerniente a este asunto, más rechazo provoco en quienes no son coherentes. Me consta. Aun así, yo ya he emprendido este viaje al margen de las imposturas y no pienso dar un paso atrás. Avanzo cada vez más sola y, al tiempo, mejor acompañada.


Dejo este trascendental pensamiento -lo retomaré en una anotación futura de este cuaderno de bitácora, si quiere el porvenir- y me ocupo de esas tres novelas que he mencionado en el título que precede a estas líneas.


Tres novelas. Tres. Y son tres en varios sentidos: En abril publiqué "Buganvillas en Tabarca", la tercera de mis novelas que, primavera tras primavera, ven la luz.


"La casa de las glicinias" se enredó a mi suerte a finales de la primavera de 2023 y, antes que transcurriese un año, "Desde el faro de la genista" se presentó, la semana anterior al Día del Libro de 2024. Aquella tarde sonaba Chopin con la maestría de José Manuel Frasquet al piano.


No es la primera vez que lo menciono, a punto estuvo de no presentarse este tercer título, pues todas y todos los escritores a los que recurrí, tenían repentinos compromisos o impedimentos para acompañarme ese día. Alguna, ni siquiera se tomó la molestia de buscar una buena excusa. Me respondió de forma tan desacertada que, al leer su mensaje, me recogió una ambulancia. Es literal. No sé gestionar el daño que me provocan personas a las que yo siempre he tratado bien, muy bien. Pero... Ese es un tema que, si queréis, os cuento en otra ocasión, con detalle.


Así, "Buganvillas en Tabarca", tuvo su puesta de largo en el mejor de los escenarios, "Mercader", la puerta de entrada al Cabanyal, a ese mundo de los Poblados Marítimos que recreo en una historia heredada, una historia que merecía convertirse en páginas trepidantes.


Fue una presentación sin presentador ni presentadora.


Y, como quiera que el destino toma sus propias decisiones, esa tercera pieza de mi legado, ha levantado el vuelo y ha abierto unas alas tan poderosas como los secretos que desvela.


Así es, tres novelas, tres. Porque además de publicar mi tercera, en estos meses de 2025 he escrito tres nuevas novelas. Solo una se publicará, con flores en la portada y más suspense en su interior. Más que nunca.


Sin embargo, al perpetrar esas otras dos que guardaré -de momento-, me he divertido tanto, tantísimo...


Necesito escribir las novelas que publico y cederle al papel todos esas vivencias de mi entorno que, de otra forma, se perderían conmigo. No tengo descendencia a la que contárselas.


Al tiempo, fabular -en ocasiones no hay invención sino recreación- acerca de cuestiones cotidianas y reflexiones propias de esta etapa de mi biografía me descubre otra forma de disfrutar con la escritura.


Aclarados los temas estivales y literarios, me referiré a un compañero de viaje que llegó a mí, más de una década atrás, y se instaló con intención de quedarse, no sé hasta cuando ni con qué fin. Cáncer es una palabra que causa alarma, provoca rechazo y desasosiego. Lo comprendo.


Después de estos años de convivencia, yo la he normalizado, no obstante, conozco bien su furia. Me azotó en el pasado y no se ha ido por si decide acabar lo que, un día de diciembre, cambió mis planes.


Quien me conoce, ya se sabe la historia. Buscaba la razón por la que no conseguía ser madre y, cuando la encontraron, dejé de poder serlo para siempre.


Al atacar con tanta fuerza y quedarse después, medio dormido, en mi interior, me obliga a vigilarlo y nos miramos a los ojos, de vez en cuando.


Antes de verano siempre paso revista.


Era una consulta que os surgió y, también para ese tipo de cuestiones abrí este cuaderno de bitácora: Soy lo que soy y estoy en todo lo que escribo.


No hay personaje detrás de esta escritora proletaria. Y no lo voy a crear, eso lo dejo para mis novelas. Aquí, fuera de las páginas, ni quiero ni puedo fingir ser otra. Ya estoy mayor. Recordad, dentro de unos días, vuelvo a cumplir treinta y siete.

 
 
 

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