A principio de mes, en la Feria Solidaria y de la Cultura de Patraix, las dos novelas y yo, nos volvimos a casa con el cariño de un barrio que es purita solidaridad, lucha, igualdad.
Días después, partí hacia Murcia, donde, en su Feria del Libro, desde la caseta de Librolandia, me colmaron de abrazos. Algunos tienen foto.
Ahora preparo la maleta para la Feria del Libro de Cartagena, además de escribir el fragmento de novela que me corresponde cada día -no todas las novelas que escribo se publicarán, al menos mientras viva- y cada día escribo unas líneas en mi cuaderno de bitácora.
En este caso, ocurre igual: Unas se publican y otras se las lleva una ráfaga de viento albireño, como el que sopla esta tarde.
Soñé con envejecer en esta playa.
Ya no hay mar que consiga convencerme.
Lo conseguí, publiqué mis historias. Cientos de lectores y lectoras me escriben para confesarme que se han enamorado de ellas.
Recibo un reconocimiento tras otro y los acojo con la humildad de escritora proletaria que siempre me vaticinó mi padre.
Y, mi familia y amistades me adoran, tanto como yo a ellos y ellas.
Sin embargo, cometí una falta que hay quien no me puede perdonar: Tratar de ser feliz.
Voy de frente, decidida, sin miedo a nada, sincera -en ocasiones, demasiado-, no sé y no quiero esconder mis sentimientos ni mis emociones.
Así, en otra vida, conocí a quien siempre se recata, presume de hacer el bien, de generosidad y modestia. Ese tipo de personas que son de fiar, no como yo.
Nunca me perdonarán que haya buscado la felicidad y, mucho menos, que la haya encontrado. A cada esquina me aguardan con un dardo envenenado a conciencia.
Pero, por descontado, son purita cordialidad. Criaturitas de dios, tan amigas de sus amigos, tan fieles a sus principios.
Auténticas mártires. No como yo, osada, insolente. ¿Ser feliz? Cómo me atrevo.
Cada vez que siento haberlo logrado, me deja aterida la punzada de una de sus venenosas saetas.
Dejadme en paz. Lo he prometido. Siete novelas y me marcho. Cerraré el telón feliz y os regalo el universo entero.
Me agota vuestra doble cara y me alarma que os crean personas que considero muy inteligentes. Sabéis que hablo de vosotros y vosotras. ¿Por qué os dejáis confundir así? Mirar hacia otro lado no es solo una cobardía, es una irresponsabilidad y una terrible falta de personalidad.
Si todavía funciona el "dame pan y llámame tonto", hemos viajado al pasado de la mayor de las estupideces humanas.
Santa Teresa se celebra hoy. Felicito a quienes lo tomen como su día.
De paso, me traigo una cita que solo ella -tan inmensa fue- pudo concebir: "He cometido el peor de los pecados: Quise ser feliz".
Yo voy más allá, lo estoy consiguiendo.
Lo dicho. Dejadme en paz. Yo no tengo la paciencia de Santa Teresa.
Ni vosotras su bondad.
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